Posverdad, propaganda de toda la vida y prensa.

Tiene su eso (¿gracia?) que tanto periodista grite horrorizado ante el advenimiento inevitable del reino de la posverdad toda ella concentrada en Facebook. Algo así como «Las elecciones americanas nos muestran que todos habéis sido abducidos por la mentira que campea a sus anchas en Facebook. Locos, ¿qué habéis hecho huyendo de la luz y la salvación que os dábamos nosotros, prensa seria, sabia, nosotros que somos referente moral porque somos denuncia?. Ciegos, ¿no os dais cuenta de que la democracia está en peligro? Volved, insensatos, volved al abrigo de la verdad que nosotros guardamos con sacrificio y compartimos con magnanimidad».

Leía en un tuit: las cosas hay que llamarlas por su nombre. Lo de posverdad es mentir, las noticias falsas es propaganda. Y la propaganda no es un invento de 2016 ni de la campaña ni de la pseudo prensa estrambótica especializada en fabricar historias ridículamente falsas.

Estaba convencido que el revolcón que esa prensa sabia ha recibido tras predicar sobre el bien y el mal en la campaña llevaría a examen. De verdad. Soy un ingenuo incorregible. Lo de revolcón, que ya ha sido bien comentado, es el contraste brutal entre el posicionamiento oficial de los medios a favor de uno de los candidatos y el nulo caso que le han hecho los lectores el día en el que fueron a votar. Para dar marco, según The American Presidency Project, Hillary Clinton consiguió 57 apoyos indirectos y 3 indirectos (no vote a Trump), por 2 de Donald Trump. Que corresponde a una tirada diaria (papel…) de 20 millones de ejemplares para Clinton por  315.000 para Trump.

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Y esta es la lista del posicionamiento tomado por los periódicos hasta encontrar el primero que se posiciona a favor de Trump.

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Pero no, en vez de plantearse si no hay algo raro que revisar en su casa, los análisis son casi todos unánimes en alertarnos al ciudadano lector ingenuo y lerdo sobre los temibles peligros de Facebook. Es decir, que el problema es la no prensa y que la tabla salvación es la prensa. Mi prensa. Nosotros te conduciremos por el buen camino.

Mi definición de propaganda sería: «Presentación alterada de la realidad con el fin de influir en el lector, empujando reforzamiento o en su lugar a cambio de opinión». A la prensa le ha encantado eso de ser Cuarto Poder, parece. Y ha asumido con gusto el papel de educar, moralizar al vulgo; paternalismo necesario. Tiene mucho de lícito eso de moralizar. Para mí lo es menos cuando eso se hace al precio de esconder la realidad. No es solo lo de contar una historia con moraleja, sino de convertir la realidad en cuento: estiremos la realidad, simplifiquemos, y hablemos de buenos y malos. Ahí se pasa de moralizar a hacer propaganda. Creo que mucha prensa lleva tiempo instalada cómodamente en la propaganda, porque ha acabado creyéndose sus cuentos con buenos y malos.

Es propaganda contar una historia polémica en la que sólo se da voz a una de las partes. Y cuando se habla por ella, se hace para ridiculizarla, por supuesto. Es propaganda que para contar una historia se necesite incrustar el ultra-, -fobo, anti-, neo-, extremo-, radical, para asegurar bien que queda claro quién es el malo de la película, para despejar dudas. Deje por favor que las etiquetas las ponga yo. Porque si en una noticia se va con eso de «el nuevo Messi» uno se ahorra el explicar al lector en qué específicamente ese chaval es realmente bueno. Y a lo mejor no lo es tanto. Igual tiende a suceder con los otros neo- y sufijos y prefijos al uso. Es propaganda que el periódico A se indigne únicamente con los excesos del partido Y y que el periódico B haga lo propio sólo con las cosas del partido Z. Es propaganda casi toda la información sobre conflictos internacionales, que nos da bien marcadito el bando bueno: Colombia, Siria, Palestina. Es propaganda que me cuenten que la iglesia es una guarida de pederastas y que los de Podemos son aspirantes a violadores de monjas. Es propaganda todo lo que se está diciendo sobre Cataluña/nya, diga quien lo diga.  En esa cuestión están todos en modo de propaganda de guerra. Esas técnicas de manipulación (que parece que se atribuyen de manera incorrecta a Chomsky) no son sólo herramientas del populismo, son también práctica usual de prensa «seria».

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La descripción de la realidad, en su complejidad, así como su análisis básico puede sobrevivir a los sesgos personales del autor. Aunque alterada, puede llegar a establecer una comunicación suficiente entre el periodista y el lector sin pedirse unos a otros que vean el mundo de la misma manera. Y entonces la prensa juega un maravilloso papel informativo e incluso formativo, porque el mejor conocimiento de la realidad compleja empuja hacia la forja de juicio crítico y el criterio. Desde ese marco, el lector es incluso capaz de aceptar de buen grado la misión que mucha prensa se da de denuncia, y el componente de sermón o moraleja se entiende como tal y se puede descodificar conociendo el posicionamiento ideológico del medio y del periodista. Pero es casi imposible que la información sobreviva al sesgo cuando parte de una misión moral de transmisión de unos valores que el periodista, además de asumir que son los suyos, se empeña en hacerlos universales. Intervenir la realidad. Eso es propaganda.

¿Debe someterse el periodista a los valores sociales en vez de sus valores ideales? No lo sé, pero de lo que sí estoy seguro es que el lector no debe someterse a los valores del periodista. Porque aunque el periodista piense lo contrario, no son valores universales, son sus valores. Y que hay contraste evidente entre los valores de los periodistas y los de los lectores está fuera de toda duda. Si nos mantenemos en el caso americano, desde 1980 el representante republicano ha obtenido entre el 45% y el 58% de los votos. Por su parte, según el proyecto VerdantLabs con los datos de donaciones electorales de FEC, el 88% de los periodistas tienen afinidad con el partido Demócrata, así como el 91% de los editores y el 91% de los editores de televisión.

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En los análisis que leo en la prensa me cuentan que el problema de la propaganda, de la posverdad está en Facebook. A lo mejor. Pero si los medios de comunicación no asumen un proceso de reflexión serio, propaganda por propaganda, casi todo el mundo acabará prefiriendo la que le ofrecen en los círculos de cercanía en Facebook.

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