Reflexiones en torno a la comunicación de datos y de crisis en la vuelta al colegio

El enfoque de esta reflexión está centrado en la comunicación de datos en el marco de la comunicación de crisis. Para ello tengo que referirme a todos los aspectos con la cuestión a tratar: coronavirus, contagios, ciclos epidémicos, transmisión comunitaria, incidencia en los niños, cadenas de contagio, curso escolar, necesidades educativas, necesidades y límites de medios para implantación de medidas de distancia social e higiene, personas vulnerables, conciliación, teletrabajo, desigualdad, miedos, pánico, prensa, desinformación, alarmismo, emergencia sanitaria, economía. De todo ello acudiré a lo que me sea necesario del análisis, sin querer ni aparentar que sea experto en ninguno de esos ámbitos o cuestiones que suscitan esos ámbitos. Utilizaré lo que convenga para compartir mis conocimientos y experiencia en el ámbito específico de la comunicación de datos, en este caso para la comunicación de crisis.

La cuestión del inicio del curso escolar está desgraciadamente en las condiciones perfectas para que la programada presencialidad sea inviable. Uno de los objetivos principales de los que han hecho seguimiento de la situación de casos desde junio, que alertaban de la pérdida de control de la situación, a pesar de que los casos se contaran por cientos y luego por pocos miles diarios, y a pesar que la inmensa mayoría de los casos no eran “problemáticos” para los propios afectados por ser de sintomatología leve o nula, era precisamente para evitar llegar al punto en el que estamos a las puertas de septiembre: prácticamente 10.000 casos diarios en España, transmisión de contagios sin conocer la cadena de contactos, con repercusión ya en hospitalizaciones.

Italia ha conseguido esquivar esta lamentable situación actual, nosotros no. Lamentable porque pone el funcionamiento del curso escolar en máxima tensión y con amenaza constante de suspensión de la docencia presencial, en aulas, centros, regiones o todo el país. Lo que ya de por sí convierte la vida diaria educativa en un espacio de ansiedad para muchos, aunque siga funcionando.

De mi análisis llego a una serie de recomendaciones. Para llegar a ellas es necesario hacer primero un largo recorrido para mostrar los elementos necesarios. Ahora sí que sabemos muchísimas más cosas que en marzo; en ellas me apoyo.

 

Marco 1: los contagios en niños y jóvenes

Tenemos la fortuna de contar en España con uno de los estudios científicos de referencia internacional sobre la prevalencia de infección por coronavirus de la primera ola, que recoge el impacto de la epidemia de febrero a mediados de mayo. Nos aporta claves que ayudan a encontrar muchas respuestas. Es un estudio de gran importancia porque nos permite liberarnos de las limitaciones y restricciones en la aplicación de los test en la primera ola: no medimos el impacto de la epidemia desde los casos detectados por los test sino por la estimación del número real de personas que se contagiaron (Estudio ENE-Covid, Informe final, acceso).

El estudio determinó que la prevalencia en España era del 5,2%: unos 2,45 millones de personas mostraban tener anticuerpos, lo que indica contagio seguro de al menos esa porción de la población española.

En este análisis voy a utilizar indistintamente personas seropositivas o con anticuerpos como las personas que se contagiaron. Dejo fuera del análisis si el número de personas contagiadas es mucho mayor o no que el de personas con anticuerpos.

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El estudio permitió identificar la prevalencia por edad. Los resultados muestran que los niños y jóvenes también se contagiaron. En una intensidad menor que la de personas adultas. Los niños entre 1 y 4 años, 3,3% de ellos tenían anticuerpos, de 2,9% para los de 5 a 9 años y llega a 4,1% para la franja de 10 a 14 años.

Veremos que, por los datos posteriores con los que contamos, que de este resultado no hay que concluir que los niños se contagian menos que los adultos, sino que se contagian y en proporción significativa, al igual que los adultos se contagian.

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Esos datos llevan a una estimación de contagio de 300.000 personas menores de 20 años entre febrero y mayo (cálculo con los resultados de la primera ronda del estudio).

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Sólo una ínfima parte de los niños contagiados tuvieron confirmación de ello durante la fase aguda de la epidemia. Si para la media de la población 1 de cada 10 casos fueron detectados con los test, la cifra cae a menos de 1 de cada 100 para los menores de 20 años. Este resultado es una manifestación indirecta del impacto proporcionalmente más leve del virus en los niños, que confirmaremos con datos más adelante: si en marzo y abril no se practicaba test a 99 de cada 100 contagiados (cuando a los mayores de 80 se les practicaba a 1 de cada 3) es porque entonces se aplicaba casi exclusivamente a los sospechosos con síntomas serios, que por lo tanto, apenas se contaban entre los niños y jóvenes.

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Para medir el impacto de la epidemia tras la primera ola, en el período junio agosto, no contamos por el momento con información de incremento de prevalencia (qué bueno sería contar cuanto antes con una cuarta oleada del estudio ENE-Covid) por lo que nos toca conformarnos con el análisis de los datos de los casos detectados por test. No es una información equivalente, pero todos los indicios sugieren que los casos detectados en junio y julio corresponden a una cifra muy alta de los casos reales (50-70%), y la situación ya es menos fiable para los casos detectados en agosto (ya que la tasa de positividad se dispara por encima del 8%, señal inequívoca de que muchos casos no se están detectando ya).

En el siguiente gráfico se muestra la distribución de los contagios entre mediados de mayo y finales de agosto por franja de edad y por sexo (naranja y violeta) y la comparativa con el peso que tienen en la población española (gris claro). La tasa de infección de los niños menores de 15 años es ligeramente inferior a la media, la de los adolescentes de 15 a 19 años ya es superior a la media. De hecho, todas las franjas de edad presentan una tasa de infección inferior a la media, salvo los que se sitúan entre 15 y 44 años. Es la situación que corresponde a lo que hemos venido oyendo en verano: que los contagios provienen principalmente de los jóvenes.

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Es decir: los niños presentan una tasa de contagio similar al resto de la población (salvo los jóvenes).

El distinto comportamiento de contagios en niños y en jóvenes en marzo-abril frente a junio-agosto se explica en gran parte por las distintas dinámicas de movimiento individual y grupal: confinamiento frente movimiento relativamente libre que genera más contactos estrechos entre los que tienen un número más amplio de contactos, los jóvenes. En septiembre entramos en una tercera etapa de movilidad y contactos, precisamente con la reapertura presencial de colegios: los contactos en el ámbito educativo.

 

Marco 2: el impacto de la infección en los niños, hospitalización, letalidad

Los datos globales del estudio ENE-Covid nos permiten de nuevo cruzarlos con la información de los registros de la primera ola de la epidemia para calibrar el desarrollo e impacto final del contagio por covid en los niños.

De los 91.831 contagiados que debieron ser hospitalizados, 556 tenían menos de 20 años, es decir, un 0,6% del total. Dado por otra parte que se estima que 300.000 personas de menos de 20 años tienen anticuerpos por contagio superado del coronavirus, eso lleva a menos del 0,2% de los menores de 20 años infectados ha requerido hospitalización, 1 de cada 500 contagiados.

Si antes veíamos que la tasa de contagio de niños y jóvenes no difiere mucho del resto de la población, ahora constatamos que ese contagio tiene unas consecuencias totalmente diversas en función de la edad. Sólo 1 de cada 500 menores infectados requiere hospitalización, pero es 1 de cada 20 para los que tienen entre 60 y 69 años, y es 1 de cada 7 para los que tienen entre 80 y 89 años. Son mundos completamente distintos.

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Algo parejo acontece si analizamos el impacto del contagio en necesidad de cuidados intensivos en función de la edad. 1 de cada 2.500 niños contagiados requiere UCI, 1 de cada 10.000 jóvenes entre 10 y 19 años. La UCI es requerida por 1 de cada 113 contagiados entre 70 y 79 años.

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Queda por ver la letalidad del coronavirus en niños. Los datos de los contagios y fallecimientos de marzo a mayo nos indican que el fallecimiento por coronavirus es un evento muy raro. Se han contabilizado 7 fallecidos en menores de 20 años. Fallece 1 de cada 30.000 niños y jóvenes contagiados. Es difícil poder llamarla infección de riesgo letal para los niños (es probable además que algunos de los casos padecieran de otras complicaciones médicas). La letalidad se concentra en las edades avanzadas, con una letalidad del 9,2% para las personas entre 80 y 89 años contagiadas. Ahí sí que se convierte en un virus tremendamente peligroso y dañino.

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¿Qué ha sucedido con el impacto del coronavirus en la segunda etapa, entre junio y agosto? Como dijimos, no podemos referirnos al número total de nuevas personas con anticuerpos en este período porque no existe todavía esa información, por lo que tenemos que acudir a la cifra de personas contagiadas.

La tabla más reciente de contagios, hospitalizados y fallecidos corresponde a datos tabulados hasta el 23 de agosto (acceso informe). Las franjas de edad no son las mismas, por lo que ahora nos referimos a los menores de 15 años. De los 194.044 nuevos casos desde mediados de mayo, 17.576 tienen menos de 15 años. De ellos, 264 han requerido hospitalización: es un 1,5% de los casos. Es más que en la primera ola (era del 0,2%); habría que valorar si los criterios de ingreso hospitalario se han modificado entre las dos etapas, cosa que parece probable. Los que han requerido UCI son 8 niños, 1 de cada 2.000. Finalmente, se registran dos fallecimientos, que son además en menores de 2 años. Se confirma la letalidad casi nula para los niños, mientras que para los mayores de 80 años sigue siendo muy significativa, del 5,1%.

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En suma, se puede concluir que el riesgo de complicaciones en niños contagiados, que requiera de hospitalización es bajo pero no insignificante (del 0,2-1,5%), pero que sólo de manera extraordinaria llega a convertirse en deceso (1 de cada 8.000 a 30.000 contagiados).

Son resultados que no son conocidos o compartidos por todos. En la cuarta ola de la encuesta “El confinamiento y la gestión del coronavirus”, con 1.176 respuestas, únicamente el 39,7% da por totalmente cierto que los efectos del contagio son de media más leves en personas jóvenes que en adultos y ancianos. Un 40,8% lo considera probable. Hasta el 19,5% duda o lo considera falso. Como veremos, creer que el coronavirus es igual de nocivo en niños que en adultos y ancianos es lógicamente un factor de activación del pánico ante la apertura de los colegios, pánico que no se sustenta por los datos.

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Tomamos por lo tanto como resultado que los niños y jóvenes se contagian probablemente en un grado similar al resto de la población, pero que al mismo tiempo su infección en la gran mayoría de los casos transita sin síntomas o con síntomas leves y sólo en baja proporción requiere atención hospitalaria. Con estos resultados, veamos cuál es el escenario epidemiológico a las puertas del inicio del curso.

Incidencia de contagio de niños a las puertas del inicio el curso escolar

Es sabida la información de base: en estos momentos estamos con más de 9.000 casos nuevos diarios en España, con crecimiento regular de los casos desde hace casi dos meses y con una tasa de positividad por encima del 8%. Tres indicadores definitivos de la vuelta de la transmisión comunitaria: se ha perdido desde hace tiempo el seguimiento de la cadena de contagios por lo que cada vez más contagiados no son conscientes de ello ni recibirán alerta de haber estado en contacto con un positivo por lo que el riesgo de que contagien a otros es alto, lo que incrementa a cada vuelta la expansión de la epidemia. Justo el escenario a evitar para la apertura de colegios.

Vamos a aportar en esta sección información factual sobre la situación de contagio de niños en estos momentos.

El punto de partida es el grado de difusión global actual de los contagios, medido con el número semanal de nuevos contagios totales y su evolución. Queda recogido en el gráfico: En estos momentos entran cada semana más de 40.000 nuevos contagios en toda España. Eran 13.000 hace un mes, 2.000 hace dos meses. Se han multiplicado por 20 entre junio y agosto.

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Proponemos ahora una métrica complementaria, porque nos va a ser útil para las propuestas de comunicación de datos. Se trata prácticamente la inversa del indicador del gráfico anterior, que muestra los casos acumulados en una semana.

En el gráfico siguiente mostramos cuántas personas hay en España por cada persona contagiada durante una semana. Como veremos, da una información muy intuitiva de la situación, porque de alguna manera muestra el “riesgo” de ser contagiado.

Con los datos del inicio de la serie, a principios de junio, se contagiaba en una semana 1 de cada 27.000 españoles. La situación siguió mejorando hasta mediados de junio, ya que entonces sólo se contagiaba 1 de cada 32.500 personas. Ese pico se perdió, pero se mantuvo una cierta estabilidad hasta la segunda semana de junio, con 1 contagio semanal por cada 23.000 personas. A partir de ese momento, incremento constante de contagios, que lleva a la reducción de la ratio. El 1 de agosto ya se contagiaba 1 de cada 3.300 personas. Desde entonces se ha multiplicado por 3 el ritmo de contagios, y hay 1 contagiado semanal por cada 1.100 personas.

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Este es el mapa de situación de los contagios en general. Pongamos ahora el foco en los contagios en niños y jóvenes en edad de escolarización obligatoria. Afortunadamente contamos desde mediados de julio con “Informes de situación Covid-19 en España”, elaborados por RENAVE, La Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica del Instituto de Salud Carlos III. Esos informes contienen información desagregada por edad de contagios, hospitalización, UCI y fallecimientos desde la puesta en marcha de la nueva Estrategia de Vigilancia y Control a partir del 10 de mayo (acceso aquí).

De esos informes hemos podido extraer la evolución semanal de los contagios en personas menores de 15 años desde el 22 de junio. En junio se reportaban menos de 200 casos semanales de menores. En julio se sitúa entre 500 y 2.400. A finales de agosto se cuentan más de 5.000 casos semanales.

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Estos son los datos semanales desagregados por distintos tramos de edad, pero a partir del 13 de julio.

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Para valorar esos datos, medimos el peso de los contagios de los menores de 15 años sobre el total de contagios. Hasta mediados de julio oscila entre 7,5 y 8,5% de los casos, pero desde entonces se sitúa alrededor del 11% de los casos: los contagios en menores de 15 años han crecido en julio y agosto más que la media.

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Al igual que con los casos para toda la población, podemos estimar el indicador complementario para los menores de 15 años, de niños por cada niño contagiado. Lógicamente, las cifras y tendencia general son similares a las mostradas para el conjunto de la población. En junio se contagiaba por semana menos de 1 de cada 30.000 niños. A lo largo de julio ya se produce la pérdida de la óptima situación, y a final de mes ya se contagia más de 1 niño por cada 3.000. Ahora, en la última semana de agosto se contagia 1 de cada 1.370 niños.

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Podemos desagregar la información para algunos datos en tres grupos de edad: menores de 2 años, entre 2 y 4 años y de 5 a 14 años. La siguiente franja de edad la han hecho desgraciadamente demasiado amplia, de 15 a 29 años, lo que reduce su utilidad para nuestro cometido. Puede dar indicaciones  pero meramente aproximativas sobre el contagio de los jóvenes en etapa de formación post obligatoria y superior.

En el siguiente gráfico vemos la tendencia relativa de crecimiento de cada franja de edad, con la evolución de su peso sobre el conjunto de contagios. Contamos además con dos referencias útiles: su peso porcentual en los contagios totales durante la primera ola (marzo-mayo) y los datos agregados de mayo y principios de junio.

Los datos indican que su peso creció en todas las categorías de edad entre junio y julio: el fin de la movilidad reducida llevó a un aumento relativo de los contagios en todos los menores de 15 años. Pero parece que su ritmo de contagios es similar al del resto de la población, y no se ha incrementado más su peso a lo largo de agosto. Las cifras actuales son muy similares a las de la primera ola.

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A modo meramente informativo mostramos el peso y la evolución de los contagios de los jóvenes de 15 a 29 años. Es muchísimo más alto que el que tuvieron en la fase de la primera ola, con la movilidad y los contactos de grupo altamente reducidos. Pasan de pesar en marzo-abril el 13,1% de todos los contagios, 19,2% en mayo-junio a saltar a 28,4% a mediados de julio, ya con muchas medidas de movilidad y encuentros grupales restablecidas. Su peso se ha reducido algo a lo largo de agosto, hasta 24,7%. Desgraciadamente, esa caída corresponde a la extensión de los contagios a personas de edad avanzada, las que sufren una letalidad mucho mayor de los contagios.

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Veamos ahora cuál ha sido la evolución de los contagios semanales con respecto a las personas de cada grupo de edad entre julio y agosto. A mediados de julio, primera fecha para la cual contamos con datos desagregados, se observa 1 contagio semanal por cada 7.000 a 9.000 años, según edad. Ahora, a finales de julio, los menores de 5 años ven un contagio por cada 1.300 niños, mientras que los de 5 a 14 años tienen 1 contagio semanal por cada 1.640 niños de esa edad.

La difusión de los contagios entre los jóvenes de 15 a 29 está mucho más desarrollada: se contagia 1 de cada 713.

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En la tabla siguiente agrupamos y mostramos la situación actual (datos de 23 de agosto) de nivel de contagio por tramos de edad ya incluidos en los gráficos anteriores.

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Ya nos queda sólo dar un paso más en el análisis de datos para poder pasar a las reflexiones sobre la comunicación de datos. La distribución geográfica de los contagios, que no es uniforme.

 

La disparidad de situaciones en el ámbito autonómico

Hasta ahora, todos los datos que hemos mostrado corresponden al agregado para España porque nos servía para tener la información general. Pero la situación epidemiológica dista de ser homogénea.

Madrid es en estos momentos la comunidad más castigada, con 201 casos por 100.000 habitantes en una semana. En el lado opuesto, en Asturias han tenido 24,4 casos por cada 100.000 habitantes en la última semana. Son dos escenarios de difusión de la epidemia totalmente diversos. Y eso es un factor fundamental a tener en cuenta en la reapertura del curso escolar: sería un error hacer una lectura unitaria de la situación.

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En el gráfico siguiente he hecho estimación de cuántos niños menores de 15 años hay por cada niño contagiado esta última semana, en cada comunidad autónoma. Lo he hecho por simple extrapolación de incidencias de edad y autonómicas porque no contamos con la información de contagios desagregada por edad a nivel autonómico. Es por lo tanto una simple aproximación a la situación.

Madrid, la comunidad más afectada ahora, tiene 1 contagio por cada 636 niños. Otras cuatro comunidades están por debajo de la barrera de los 900 niños: Aragón, Navarra, País Vasco y La Rioja.

La comunidad con la situación más privilegiada en estos momentos tiene 1 contagio por cada 5.225 niños. Otras 4 comunidades están por encima de los 2.000: Andalucía, Valencia, Extremadura y Galicia.

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Este gráfico, al final del recorrido, nos ayuda a entender la situación en la que estamos ahora, y que se debía evitar con mejores diseños de medidas y políticas de control de los contagios de junio a agosto. En Madrid hay 1 contagio por cada 640 alumnos menores de 15 años. Por lo tanto, en un centro escolar con 1.000 alumnos será muy probable que haya al menos un caso por semana. En cambio, en Asturias, lo probable es que de media tengan como mucho 1 contagio al mes. Esas son las diferencias de gestión de contagios que van a tener los centros escolares ya en la primera semana de curso.

El análisis autonómico nos ayuda a ver que la situación es tan distinta que no hay que hacer en ningún caso lecturas unitarias de la situación. Es más, el nivel de análisis más apropiado para evaluar la situación del inicio escolar es el de la áreas sanitarias dentro de cada autonomía, que son un escalón geográfico inferior al de las provincias.

 

Reflexiones sobre la comunicación de los datos

Todo este larguísimo recorrido era necesario para asentar las reflexiones que comparto: en una crisis como la de la pandemia del coronavirus la comunicación debe nacer de la comprensión de los datos y deben desembocar en hacer comprender las implicaciones de los datos.

Hasta ahora el foco de la prensa y de la opinión pública en este mes ha estado en los jóvenes como propagadores del virus y poco a poco en los ancianos ante la vuelta de los contagios colectivos en las residencias. Pero en las próximas semanas el protagonismo absoluto lo tomarán los contagios en los niños, que se van a asociar a contagios en el ámbito escolar.

Debemos partir de una certeza: cuando empiece el curso escolar, los contagios de alumnos se van a contar cada semana por miles. Van a ser 5.000 casos detectados por semana, como mínimo. Los que ya tenemos ahora. Dado que los jóvenes son porcentualmente el grupo mayor de contagiados, es muy probable que el contagio de niños no venga principalmente de entre ellos, sino de jóvenes y adultos a niños. Hay que repetirlo: con gran probabilidad, aunque no haya ni un sólo contagio por contacto estrecho en el ámbito escolar, vamos a tener casi 1.000 contagios diarios detectados en niños. Eso será lo que la prensa mostrará, que va a hacer que, con esas cifras, se asocie a contagios por culpa de la apertura de las aulas y que ello lleva a una presión popular enorme al cierre de las aulas de manera generalizada, al menos en el seno de las comunidades autónomas.

Este mismo diagnóstico lo hacía con tanta claridad Luis Miller (subdirector del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC) recientemente en Twitter, que lo reproduzco por entero:

“La causa inmediata del cierre de los colegios en otoño: por pura estadística, los contagios (aunque sean pocos) llegarán los primeros días; al ser un tema sensible, el ruido mediático será enorme; los humanos percibimos más riesgo no donde más hay sino donde ponemos el foco. En pocos días creeremos que el colegio es un riesgo, aunque los datos no lo respalden y sea menos que otros ámbitos. Cuando se instale el convencimiento (erróneo) de que hay más riesgo en colegios, los gobiernos los cerrarán en cascada y la medida será aceptada socialmente. No debería ser lo más importante, pero la información en esos primeros días es fundamental. Yo tendría preparados datos de contagios relativos en distintos ámbitos y sería muy pedagógico al contarlos. La coordinación del mensaje entre administraciones también es clave”.

Luis Miller, Twitter, 17 de agosto 2020

Por lo tanto, y ahondando en lo señalado por Luis Miller, la única posibilidad de que no se cierren lo colegios por pánico injustificado pasa por la normalización de los contagios en los colegios. Es fundamental pasar de una retórica en la que se identifica “seguro” como espacio sin contagios a “asegurado” como espacio que gestiona adecuadamente los contagios para que nunca haya transmisión comunitaria escolar y para que pueda seguir su curso normal la actividad formativa.

Frente a eso, la promesa de que no habrá contagios de niños es una estrategia de comunicación de crisis abocada con seguridad al fracaso, porque chocará a las primeras de cambio con la realidad de los inevitables contagios. Por eso fue tan desconcertante y frustrante la declaración reciente al respecto de Fernando Simón: “No quiere decir que no vaya a haber ningún brote, no quiere decir que no vaya a haber ningún infectado, no quiere decir que alguno de esos infectados no vayan a tener que ser hospitalizados, eso puede pasar, pero lo cierto es que la probabilidad es relativamente pequeña”

 

Elementos de la estrategia de comunicación de datos

Pienso que hay que proponer la estrategia de comunicación contraria. Que se podía delinear en los siguientes pasos:

1. Que hay certeza de que va a haber contagios, y que esos contagios los van a tener en todos los centros educativos, independientemente de las medidas que tomen, porque muchos contagios se producirán fuera del ámbito educativo, como pasa ahora. Recordemos que en Madrid lo normal (por probabilidad) es que haya al menos 1-2 casos por centro cada semana.

2. Explicar que el objetivo no es evitar esos contagios, sino neutralizarlos lo más rápidamente posible. Siguiendo con la política de rastreo de contactos de positivos en la población general.

3. Explicar que todos los protocolos de higiene y distancia social, de creación de grupos burbuja no tiene por fin evitar que haya contagios, sino evitar que esos contagios provoquen propagación de casos dentro del centro escolar.

4. Que el diagnóstico precoz de los casos lleva a que la actividad del centro pueda seguir funcionando aislando únicamente a los contactos estrechos. Cuanto mejores sean los protocolos de distanciamiento social, menor será el número de contactos estrechos. En suma, pasar de la lógica de centro «seguro» a centro «asegurado».

5. Mostrar y recordar, con datos, que los riesgos de salud para un niño contagiado por covid son bajísimos. Y que los de fallecimiento son ínfimos (1 de cada 25.000 contagiados).

6. Como de todas maneras habrá como mínimo preocupación pero más probablemente alarma social, mostrar por un lado los casos que aparecen estas semanas en comparación con los de las semanas anteriores, para no achacar indebidamente los casos a la apertura de los colegios. Por otro lado, diferenciar al máximo posible las situaciones: evitar generalizaciones, mostrando que la incidencia de base y real es muy distinta en cada área geográfica. Para ello sería útil contar con y mostrar cuadro de mandos con indicadores clave por áreas de salud, por barrios, con indicadores específicos para seguimiento de situación en los centros educativos, por áreas.

7. Por todo ello, parece claro que en estas próximas semanas la necesidad y el protagonismo mediático absoluto será de nivel local. Es por tanto un escenario en el que comunidades autónomas retoman protagonismo y responsabilidad.

8. El papel en comunicación de crisis del Ministerio de Sanidad y su CCAES dirigido por Fernando Simón jugarán por ello un papel directo menor. Probablemente es uno de los elementos positivos de esta etapa, porque la acción comunicativa coordinada y rápida por parte de Sanidad se ha mostrado de incapacidad manifiesta, lastrada por su sistema de registro de casos en lógica epidemiológica que impide la traducción directa en la situación actual. Por contraste, las comunidades autónomas siguen criterios de notificación de casos ligados a la simple notificación, lo que lleva a una representación mucho más clara y rápida de la situación del momento. Las comunidades autónomas que comuniquen mejor lo señalado en los puntos anteriores tendrán más probabilidad de limitación de pánico estéril. Por parte de Ministerio de Sanidad, Fernando Simón podría apoyar el papel de las comunidades autónomas con una labor didáctica bien enfocada, pero que no genere mensajes contradictorios con la realidad.

9. La prensa juega lógicamente un papel fundamental en esta etapa. El apetito por noticias de brotes y “descontrol” en los colegios, de voces de padres en pánico, será enorme. Alimentar esa ansiedad renunciando a aportar datos sobre la situación real puede empujar con más facilidad el cierre de colegios. Si se justifica por razones epidemiológicas es lo que se debe hacer y apoyar. Si se cierra por pánico injustificado, perdemos todos.

10. Los elementos de esta lista, en especial los 6 primeros, aportan criterios para el ajuste de la comunicación en el propio ámbito educativo, en cada centro. Comunicación interna y comunicación con alumnos y con familias. Pienso que, por todo lo dicho, ahí es también error de comunicación construir un mensaje de «vuelta segura» como equivalente a ausencia de contagios. De hecho, las en las comunidades autónomas con mayor incidencia es beneficioso pasar del condicional «si tuviéramos algún caso» al futuro, «cuando tengamos un caso», enmarcado en los puntos de comunicación ya reseñados: centros asegurados.

 

 

 

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